Y mi corazón ya se había roto demasiadas veces para reconstruirse una última, los pedazos ya eran demasiado pequeños y afilados para lograr juntarlos. Ya no tendrían piedad.
Mi corazón, ave fénix, no tenía fuerzas para renacer una vez más de sus cenizas. Sus lágrimas ya no eran curativas, ya no hacían cesar el sufrimiento.
Pues lo había hecho estallar en llamas demasiadas veces...
Bárbara J.D. ©