lunes, 1 de noviembre de 2010




"Mi mente llevaba semanas frustrada, agresiva y confusa, lo que provocaba que mi estado de humor sufriese una bajada total. La rabia interna por el vano intento de salvar el futuro del prójimo, ayudándole a entrar en razón y que no desperdiciase sus días por errores de la adolescencia habían consumido mi esperanza de un mundo sin violencia.
Me frustraba que la gente dedicase sus días a hacerles daño a los demás, y no en ser felices y disfrutar de la vida.
Pero, con los años, fue el tiempo el encargado de hacerme saber que cuando un alma está condenada a la maldad… No hay persona capaz de salvarla".

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