viernes, 29 de octubre de 2010

Despedida anticipada.

El cielo lloraba sobre nuestras cabezas.
Al igual que el dedo vacila ante el gatillo,
La gota oscilaba de la punta de tu nariz.
El día previsto, a la hora prevista, al minuto previsto.
Tú habías puesto fecha a nuestro funeral.


“Maldita sea, habría saltado de aquel acantilado sin tan sólo me lo hubieras propuesto”



Pero no lo hiciste.
No hizo falta decir nada, para que yo lo entendiera todo.
Tú, tú mordiste mis venas y envenenaste mi sangre.
Dejaste que la enfermedad corriese por mi cuerpo…
Sin piedad.

Y yo, yo fui el que salvó a la joven niña
De rubios cabellos de la mano tentadora de la ignorancia.
Yo salvé tus sonrisas y encerré tus lágrimas bajo llave en el ático de mi alma…



Habría muerto por ti...

Y lo sabías.

Yo te habría perdonado hasta la más imperdonable de las traiciones.

Y lo sabías.

Yo habría renunciado a todas mis creencias por ti.

Y lo sabías.

Pero, sin embargo, no te importó lo más mínimo abandonarme allí…


Aunque yo, yo ya lo sabía...

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