miércoles, 29 de febrero de 2012

Recuerdos vivientes.

Una vez más la marea a traído hasta mis pies aquello que nunca debió suceder. Ha regresado sin más, sin previo aviso ni quince días de antelación. Ha vuelto y ha caído sobre mí, resucitando memorias que ya consideraba muertas y enterradas. Sacudiendo así mis estados de ánimo y provocando una bipolaridad que, a estas alturas, me es más que familiar.
Ha vuelto, Señor. Y temo las consecuencias de su regreso.
La siento cada noche al irme a descansar. La noto deslizarse entre mis sábanas y abrazar mi cuerpo tiritante de miedo. Tal es mi vesania que incluso ahora, mientras escribo estos versos, la noto junto a mí. No sé qué hacer ni a dónde recurrir. Sé que ella no es más que un vano recuerdo, un imposible, una ilusión que no se desvanece, una herida que no sana... Pero es ella, en su máxima potencia... Ella.

Había comenzado a asimilar su marcha cuando comencé a sentirla. Siento que estoy perdido en tierra de locos y no hay nadie para salvarme. Dígame, mi Señor: ¿Es ella el páramo entre la locura y la cordura? ¿O no es más que otra consecuencia de mi tristeza? Ayúdame, Señor, te lo ruego. Ayúdame a encontrar mi lugar en este mundo que tú nos concediste. No puedo seguir fingiendo que no la veo, no puedo seguir diciendo que no la extraño, no puedo ocultar mi sonrisa al sentir sus besos... No puedo, créame. No puedo.
Por lo que he decidido soltar mis armas de una vez por todas y dar paso a la calma y al corazón.Tanto ella como yo estamos condenados a amarnos sea cual sea el obstáculo y por eso, espero que te apiades de nuestras almas y hagas uso de esa bondad de la que todos hablan y sepas perdonarnos.
Perdonarnos por perdernos en el paraíso de la locura y amarnos hasta que nuestras almas aguanten.

Bárbara J.D. © 2012

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